por CLAUDIO MADAIRES
claudio.madaires@gmail.com
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Mira mis manos; mira bien mis manos.
No sé cuál es tu nombre ni tu origen;
pero si das conmigo otros dos pasos,
yo te haré mil caricias en la playa.
Mira mi boca, mira bien mi boca.
Si no escapas de mí, te hará mil besos.
Mas, recuerda: si corres por la arena,
no huiré de esta pasión a mar abierto.
No te perseguiré; no temas nada
de este desconocido aquí a tu lado.
Sin embargo, ¡no escapes, por favor!
¿Será el sol veraniego el responsable?…
Caminando tan juntos, tanto al sol,
¿insolados podremos hasta amarnos?
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© CLAUDIO MADAIRES. De su libro Sólo los amantes tienen siete vidas
por CLAUDIO MADAIRES
claudio.madaires@gmail.com
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Surge el alba color azul zafiro.
Mi vigilia al Sol puro se avecina.
De la mar a la estrella vespertina,
elevo mi ojo interno en dulce giro.
Y estás tú, ser cual nube femenina
a quien medio soñando tanto admiro.
Presiento que estoy vivo, que respiro;
y un ansia de volar se me origina.
En tu perfume lo auroral exhalas,
atravesando el rosa y el celeste
cual un ave perfecta de luz pura.
Etéreas y sin sombra son tus alas.
Te sigo en vuelo bajo, triste al Este;
pues son negras las mías, ave impura.
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© CLAUDIO MADAIRES (CAGB). De su libro Donde los amantes no se atreven
